A Hava le he aprendido muchas cosas a través de los años...
He aprendido a saber qué está pensando, si tiene ganas de jugar, si quiere comerse lo que me estoy comiendo, si le gusta mucho una persona o no...
También aprendí que compartir la cama, aunque sea con una perrita de 50 y tantos kilos, es mejor que dormir sola.
Aprendí qué ruidito hacer cuando tiene pesadillas para dormirla sin despertarla. Aprendí que un perro entrenado nos hace más felices a las dos, pero que un perro debe ser siempre un perro, por lo que no me importa si alguna vez se comió mis únicos zapatos de tacón, o si no le gusta quedarse quieta por horas sentada a un lado de la mesa...
Ahora que está enferma veo aún más todas las cosas importantes que aprendí de ella.
La primera es que, no importa lo mal que te sientas, o el mal humor que tengas, cada vez que llega a tu casa alguien que amas hay que hacer fiesta. ¡Qué alegría encontrarnos una vez más!
La veo de pronto cansada. Hemos pasado un par de días sin dormir. Sin embargo Hava no deja de ser Hava. Le gusta mover la cola cada vez que huele comida, aunque la haga vomitar. Le gusta jugar y olerlo todo. Le gusta que la acaricien todo el tiempo. Le gusta estar rodeada de gente.
Al final le gusta ser feliz. Aunque se sienta mal, aunque esté muy enferma, aunque sabe que está compartiendo los úlitmos días con nosotros, me mira siempre con sus grandes ojos cafés y sonríe con la cola.
Yo me derrito cada vez que la veo sonreír.
Hay que ser como Hava, todos los días.
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