domingo, 19 de abril de 2020

'4 de abril - Margarita


  Pensar en una entrada por día es demasiado. Tampoco quiero empezar a estresarme porque ya es hora de escribir y no lo he hecho. Supongo que es parte de este extraño juego mental de buscar hacer de la cuarentena una cosa productiva. "Haré yoga", "tomaré esa clase en línea", "aprenderé a tocar la guitarra con los cursos gratuitos de cuarentena de"...

Lo cierto es que la mitad del tiempo no tengo ganas de gran cosa y la otra mitad estoy trabajando normal y la otra mitad (¿¿what??) estoy pensando y soñando con pendientes de la oficina y la otra mitad me estoy estresando por la vida.... estoy durmiendo poco y mal, la verdad. 

Así que trataré de ser consistente, pero queriéndome tantito para no hacerme presiones extras en la vida. 

Ayer no escribí porque fue viernes de bolognesa. Reshi me cocinó y yo me sentí reconfortada por mi platillo favorito, porque me recuerda a mi mamá. Entre eso, una botella de tinto y un rato de meditación guiada a distancia por mi cuñada, se fue la tarde y mis nervios también. 

Amanecí hoy buscando qué texto compartir, así que aquí va la recomendación #2 de la cuarentena literaria (¿a poco no se escucha más chingón?).

Margarita - Rubén Darío

 Supongo que mi historia con los libros comienza muy tempranito. Siempre me ha gustado que me cuenten historias. Mi mamá se sentaba conmigo a leerme cuentos y papá tenía la costumbre de contar historias de camino a la escuela (Tarzán), con el tradicional "continuará mañana" para dejarnos picados. También nos inventaba historias de princesas y escaleras a J. y a mi por las noches porque compartíamos habitación y así lograba calmarnos antes de dormir. 

Antes de aprender a leer, me aprendí de memoria el cuento de "Pedro y el Lobo" que mi mamá me leía todos los días (y supongo que muchas veces al día también). Le causaba gracia invitar a mis tías y hacerles creer que ya podía leer porque yo iba recitando el cuento mirando la página que tocaba y dándole vuelta a las hojas. Era mi monería del momento. Tuve ese cuento, el mismito que me leía mi mamá, guardado por años, aunque un poco mordisqueado por ratones en el lomo. Se lo regalé a L., mi sobrino y ahijado, en espera de continuar la tradición. 

Algo similar me pasa con Margarita, que mi papá me leyó una y otra y otra vez. Prueba de ello es que aún tengo guardada la copia que tantas noches nos acompañó. Es un libro pequeñito, cuadrado y de unos 15 centímetros por lado. Hace mucho tiempo que perdió la portada y un par de hojas interiores. En algún momento de su historia, mamá escribió a lápiz los versos faltantes. En la última hoja, añadió las líneas que escribo aquí como aparecen en letra de mamá:


"Margarita, está linda la mar y el
viento lleva esencia sutil
de azahar tu aliento
ya que lejos de mí vas a estar
lleva siempre el recuerdo del
que un día te quizo
contar un cuento"





Este poema-cuento, que en realidad se titula "A Margarita Debayle", fue escrito por Rubén Darío  para la pequeña hija de su Doctor de cabecera por ahí de 1908. Cuentan que Margarita, la niña, le pidió que le escribiera un verso cuando Darío pasó una temporada de huésped en casa del médico, cerca del mar. 

Rubén Darío narra una historia dentro de una historia. Inicia como me imagino lo hizo Rubén con la pequeña niña y como lo hizo mi papá tantas veces con M., J. y conmigo:

"(...) te voy a contar un cuento"...

El cuento es la historia de un Rey y de una princesita, tan bonita, Margarita, tan bonita como yo...

Mi cuento (el que conservo) está ilustrado por Monika Doppert (https://issuu.com/ekare/docs/margarita?mode=window&pageNumber=1).  Recuerdo con claridad mirar los dibujos con detalle y ensoñarme con el fantástico reino con su palacio de diamantes, una tienda hecha del día y un rebaño de elefantes...


Me fascinaba la forma en que los versos cantaban, las palabras raras que no hacía falta conocer y las imágenes, tan pequeñas pero extraordinariamente detalladas entre las que podía perderme mientras papá contaba el cuento una y otra y otra vez.

La princesa era yo. Una niña de cabellos negros y ojos oscuros que se lanzó hacia el cielo sin permiso. La historia es la de cualquier niña soñadora que se aventura en búsqueda de algo que quiere su corazón... hasta que la cacha el papá y la regaña por haberle desobedecido. En la historia se aparece entonces un nuevo personaje para interceder por ella, "el Buen Jesús". Así, con mayúsculas. Ya desde entonces recuerdo que era la parte que menos me gustaba. ¿Por qué tenía que entrar este Don a darle permiso? La rima se me hacía la más cursi de toda la historia. Supongo que ya desde entonces había algo ahí que no más no. Cuántas cosas trae ya una desde niña, ¿verdad?

El cuento acaba como inicia, con un hombre, contando una historia a una pequeña niña, esta vez con una despedida.



De niña me imaginaba como esa pequeña princesa sin nombre. Leyendo ahora, de adulta, veo que fui siempre Margarita. La niña a la que le gusta que le cuenten historias. Pienso siempre en mi padre con este cuento. En sus manos gentiles doblando la página y en las noches que pasaba conmigo y con mi hermana siendo Papá.

Guardo este cuento en el cajón de cosas importantes. La primera página está partida. Los bordes desgastados. Dobleces en las hojas. Pero las imágenes siguen siendo las mismas. Cada que giro la hoja me sumerjo por minutos en los detalles de siempre. La estrella, la barca, las tijeras, el prendedor. Mi padre. El que cuenta historias, y que llevo siempre con el recuerdo del que un día, muchos días, y muchas noches, me contó muchos cuentos.

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Han pasado muchos días desde que empecé a escribir de Margarita. La cosa avanza y una se va ajustando (o no) a la nueva rutina. O al menos eso intentamos. Empiezo a leer algo y lo dejo. Algo más y lo dejo. No he dado con un texto que me acompañe fielmente durante la cuarentena. Esa es la ventaja de esta grande biblioteca. Abro un libro y me busco adentro. Si no me encuentro ahí, en el momento, quiere decir que ando en otra parte. Abro otro y me busco de nuevo. ¿En dónde andamos todas, todos, hoy?





jueves, 2 de abril de 2020

Lectura en tiempos de coronavirus - Abril 2020

Estoy ansiosa. Creo que todo el día he andado caminando alrededor de un hoyo oscuro y profundo. Me preocupa que si lo miro mucho tiempo me succione. No sé hacia dónde...
Supongo que el mundo está igual.

Esta mañana me solté a llorar por primera vez desde que empezó todo esto. Sin ninguna razón en particular. Sólo me empezaron a salir las lágrimas calientes de los ojos. Despacito. Como apretujándose unas a otras mientras todas intentaban pasar por el mismo túnel al mismo tiempo.

Reshi, como siempre, me acarició el cabello con tranquilidad.

Son tiempos extraños.

Hace unas semanas sentía que no era mucha la gravedad de la cosa. Mi mente andaba con una insignia que decía "Yo viví la pandemia del H1N1" o "usando gel antibacterial desde 2009".
Hoy no. Hoy ando igual que mucha gente, pensando en hacia dónde irá todo esto. Como sea, espero en unos meses (¿meses?) regresar a estas entradas y pensar que fue más el miedo que lo que enfrentamos al final. Espero.

Mientras tanto Reshi me hizo ver la luz de la mañana que entraba por la ventana sobre el librero de ladrillos que construimos en la sala. "Estás rodeada de toda esta belleza. Deja el celular y ven a verla."

Pues sí. Los libros me reconfortan. Cuando estoy triste voy a las librerías y escojo un título nuevo. Cuando estoy sola voy a las librerías y escojo un título nuevo. Cuando estoy aburrida voy a las librerías y escojo un título nuevo. Cuando estoy en casa me gusta olerlos, hojearlos, sentir las portadas entre mis manos. Cargo libros de emergencia en la mochila. Tengo unos en la oficina. En el coche. A veces apilo mis favoritos en el buró, junto a la cama, sólo porque me gusta verles cerca antes de dormir.

Así que para pasar estos días aciagos, intentaré escribir de uno de mis favoritos todos los días. Trataré de darme tiempo de recorrer con los dedos el lomo de las estanterías en casa. Desempolvar algunos. Leeré sobre sus autoras y autores y escribiré cosas que recuerde de los volúmenes que tengo en casa.
Muchas veces no recuerdo con claridad de qué se tratan. Pero siento. Si les toco recuerdo cómo me hicieron sentir, a veces un personaje, una línea, dónde lo compré, quién me lo regaló, dónde estaba cuando lo leí. A veces les escribo en la última página la fecha de cuándo los terminé. A veces subrayo alguna frase, o encuentro entre las hojas una nota, un ticket, un pedazo de papel, una envoltura de chocolate, lo que sea que en el momento usé de separador y olvidé...

Hoy empiezo con el primero que es de mis favoritos del momento:

Los Desposeídos, de Ursula K. Le Guin.
Compré este libro en un aeropuerto cuando venía de regreso a casa. Me gusta pensar que tengo una línea presupuestal específica en mis gastos mensuales destinada exclusivamente a la compra de libros usados o nuevos. No tiene tope. Es como el segundo estómago a donde se va el postre... hay.
Así venía yo con unos dólares "de sobra" y lo vi en una tienda de revistas y recuerditos, junto a los globos con agua con delfines adentro y las camisetas de "I LOVE MIAMI".

Había leído anteriormente algunos de los "Cuentos de Terramar" de la misma autora. Por alguna extraña razón no me cautivaron tanto en su momento. Pienso que tiene que ver con la traducción, aunque a veces es así. Leemos libros cuando no estamos listas para ellos y entonces no nos dicen los secretos que guardarán para otra ocasión. U otra lectora.

"Le daré otra oportunidad" pensé, tratando de ser fiel al propósito de comprar y leer más autoras mujeres... leerlo me hizo amar y admirar a Ursula K Le Guin como a pocas autoras hasta la fecha. Tal vez no pueda señalar exactamente cómo, pero estoy segura que no soy la misma después del abril de 2018, en que acabé de leerlo en San Luis Potosí.



“It is our suffering that brings us together. It is not love. Love does not obey the mind, and turns to hate when forced. The bond that binds us is beyond choice. We are brothers. We are brothers in what we share. In pain, which each of us must suffer alone, in hunger, in poverty, in hope, we know our brotherhood. We know it, because we have had to learn it. We know that there is no help for us but from one another, that no hand will save us if we do not reach out our hand. And the hand that you reach out is empty, as mine is. You have nothing. You possess nothing. You own nothing. You are free. All you have is what you are, and what you give.”


Los Desposeídos fue escrito en 1975 y fue ganador de un premio Hugo, premios que reconocen a lo mejor de la ciencia ficción y fantasía. Ursula había ganado ya el premio por un libro anterior, "The Left Hand of Darkness" que también es una maravilla. Lo menciono porque a pesar de que muchos señalan a una mujer como la creadora del género (Mary Shelley con Frankenstein), como es común, es difícil que las mujeres se abran paso y sean reconocidas como sublimes representantes de ciencia ficción. 
Ursula K Le Guin lo es de manera increíble. 


Los Desposeídos narra la historia de dos planetas cercanos con sociedades muy diferentes. Shevek, el personaje principal, es de Anarres, habitado por una sociedad anarco-sindicalista que me mostró, por primera vez y de forma sumamente elocuente, cómo se vería el anarquismo en un mundo hipotético. 
Algunas personas señalan a Los Desposeídos como una distopía. Para mí, es el planeta Urras el que nos muestra ese oscuro futuro posible que otros han explorado a través de la ciencia ficción. En Urras conviven el capitalismo, el patriarcado, el autoritarismo y la explotación. Lo fantástico, lo que más me cautivó, es que Anarres no es el idilio usado en comparación. Con sus propios problemas y contradicciones, Anarres es un mundo posible. Una manera en que Ursula explora no sólo todo aquello que puede salir mal en nuestra sociedad (como es común en la ciencia ficción, llevando hasta el punto de quiebre una tendencia actual) sino que retoma y crea un mundo de posibilidad y lo muestra como una realidad alterna a este camino de autodestrucción en el que parecemos estar sumergidos hoy.
Acabé el libro sintiendo una especie de intoxicación. Como si me hubiera pasado días fumando o tomando cerveza. El encuentro entre ambos mundos abre toda una serie de increíbles posibilidades. Ursula no da respuestas en el texto. Deja muchas cosas a la imaginación y critica duramente que Anarres se encuentre a sí mismo como congelado ante la posibilidad de cambio, de revolución.... 

No obstante, cautiva sin duda su cuestionamiento sobre esta constante en la vida de hoy: sentirse propietaria. Propietarios de personas, de cosas, de sentimientos, de certezas. Shevek cuestiona incesantemente esta necesidad que tenemos de hacernos propietarias/os para sentir tranquilidad. Para evitar la angustia existencial. Como anarquista, Shevek parte de la cooperación y la solidaridad.  Plantea en muchos momentos esta tensión constante entre el individuo y lo comunitario, los riesgos de perder la individualidad ante lo grupal. El que la revolución pase a convertirse en el nuevo sistema dominante. Aunque creo que regresa siempre al seno de esta concepción distinta de vida, de las y los seres:

“We have nothing but our freedom. We have nothing to give you but your own freedom. We have no law but the single principle of mutual aid between individuals. We have no government but the single principle of free association. We have no states, no nations, no presidents, no premiers, no chiefs, no generals, no bosses, no bankers, no landlords, no wages, no charity, no police, no soldiers, no wars. Nor do we have much else. We are sharers, not owners. We are not prosperous. None of us is rich. None of us is powerful. If it is Anarres you want, if it is the future you seek, then I tell you that you must come to it with empty hands. You must come to it alone, and naked, as the child comes into the world, into his future, without any past, without any property, wholly dependent on other people for his life. You cannot take what you have not given, and you must give yourself. You cannot buy the Revolution. You cannot make the Revolution. You can only be the Revolution. It is in your spirit, or it is nowhere.”


Anarres me enseñó a cuestionarme como propietaria. A cuestionar mi necesidad de poseer. A valorar la libertad por encima de las certezas. 

En estos días de encierro, de la sensación estar sitiados por una parte de nostras mismas que poco a poco cierra el cerco, Los Desposeídos me hace pensar en la posibilidad de relaciones humanas basadas en la colaboración y ayuda mutua. 

Creo que estos días pondrán a prueba nuestra posibilidad de reconocernos en nuestra fragilidad y de entregarnos a otras y otros, como dice Shevek, con las manos vacías. Reconocer que la vida es dependiente de otros seres.... Lo único que tenemos, es lo que somos, y lo que damos a los demás. 


The Dispossessed. Ursula K Le Guin. Harper Perennial Olive Editions. Diseño de portada e ilustración por Milan Bozic.