domingo, 2 de octubre de 2011

Autoretrato

Después de todo, esa clase de técnicas de trabajo social, no está tan mal. Aquí mi tarea de esta semana.

Autoretrato

La oruga y Alicia se estuvieron mirando un rato en silencio sin hacer nada
hasta que la Oruga se sacó la pipa de la boca y,
dirigiéndose a ella con una voz lánguida y soñolienta, le preguntó:
¿Quién eres tú?
-Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll

Mi nombre es Bárbara. Ni siquiera estoy segura de la historia detrás del por qué me llamo así. Cuando era niña no me gustaba. Quería que me dijeran Ale, como mi segundo nombre, o alguna otra cosa más sencilla para una niña pequeña que es aún muy pequeña para un nombre tan grande. Después pensé que Bárbara viene de “extranjero”, fuereño, extraño tal vez. Ahora me gusta. En muchos sentidos eso soy. Una Bárbara que se siente ajena a su pasado sateluco. Una Bárbara que rompió con el “así se hace” y “así debe ser”. Una Bárbara que sigue tratando de romper.

Soy hija de una familia amorosa y cuidadosa. Una familia protectora y feliz. Soy el resultado del amor de mi madre y padre, del que se tienen entre ellos y del que me tienen a mí. Soy hija de una mamá profesional, soy su cocina y sus cuidados, sus noches de desvelo ante el dolor de dientes, o al de panza, o al de corazón. Soy hija de un papá adorable y bonachón, lleno de sabios consejos y que no se cansa de decirnos que siempre, siempre, sale el sol. Soy hermana de una mujer científica y fuerte, viajera y exploradora, soñadora, admirable y, a veces, neurótica.

Soy amante y pareja de un nómada que ha decidido quedarse, por un rato, a explorar mundos de forma conjunta. Soy la que le cura la fiebre, le remienda el corazón y le arregla las rastas cuando requieren reparación. Soy su compañera de aventuras, su tacto cálido, sus ojos-mundo, su imaginación. Soy mis primeros pasos nómadas en espiral gracias a su luz bondadosa y esperanzadora. Soy, en el camino a la iluminación, gracias, gracias, a su empujón.

Soy el resultado de una pequeña lucha de auto-construcción. De una revolución radical, no del corazón, sino de la forma. Soy una renuncia diaria a una fuerza terrible que te hace creer, a veces, que uno no debiera ser lo que realmente es.

Soy amiga de pocas personas. Soy fiel y sensible a las necesidades no dichas que las personas no gustan de expresar. Soy la que acaba lloriqueando dolores ajenos y cargando pesos que otras personas se han cansado de cargar. Soy la que quiere conocerte, la que quiere abrir corazones y mentes y puertas y mundos y revolución. Soy la que está ansiosa de amistades nuevas y sinceras, la que quiere salir a jugar, y la que al mismo tiempo se siente aterrada de empezar a platicar.

Soy la sumatoria de corazones rotos y caminos andados. Soy el idioma inglés que me encanta hablar, soy el francés que aprendí y lo que me queda por hablar. Soy el cuartito que compartí en París y mis viajes semanales al Louvre. Soy la soledad total, la antisocialidad y el nerviosismo de recorrer tierras extranjeras a sabiendas de que había que regresar.

Soy yo y mis brazos abiertos, mis aprensiones, mis pesadillas con tsunamis y zombies. Soy el estrés que me causa la rutina diaria y el temor a que en la chamba algo salga mal.

Soy el sueño de niña de trabajar en Naciones Unidas y querer cambiar al mundo. Soy el trabajo en Naciones Unidas que vislumbra, un poco aquí y allá, que desde ahí nada se puede cambiar. Soy el levantarme temprano para ir a trabajar y luego ir a estudiar y luego retornar a casa y ya no querer pensar porque la fatiga mental es mayor que la física.

Soy la humana de Hava que por su tamaño y edad no puede estar con nosotros a diario. Soy la que la entiende mejor, la que recorre su pelo con las manos para saber si le duele algo. Soy la que le quiso enseñar a quedarse quieta; soy la que desistió de la empresa por sentir que una perra como ella debería de ser libre de explorar.

Soy yo y todas mis invenciones, descubrimientos y curiosidades. Soy mis valentías, mi coraje y mi creatividad. Soy mi mala memoria para las palabras y mi amor por ellas. Soy la boca llena de groserías, y de risas, y de caricias.

Soy los recuerdos de sentimientos e imágenes que llegan como acompañando al viento y en segundos se van.

Soy la que sube a la montaña cuando tiene ganas. Soy la que ama bajar pendientes en bicicleta a toda velocidad. Soy mi composta y mi huerto, mi departamento, y las hojas de los libros que me gusta acariciar.

Soy un poco de Tolkien y de Lovecraft, pasando tantito por Márquez, Yoshimoto, Ende y Kundera. Soy el amor por mis libros y los compañeros de aventuras que me cuesta tanto trabajo abandonar cuando llego al punto final.

Soy mi amiga de la primaria y mis nuevas amigas de la adultez. Soy la que quiere fiesta y que cuando está en la fiesta se quiere dormir. Soy la que ama las bodas para bailar y las reuniones para seguir conversaciones ajenas.

Soy mi metro y cincuenta y poco. Soy mis piercings que marcaron momentos definitorios. Soy el colibrí que llevo tatuado en la espalda y que en casa de mis papás sigue haciendo su nido frente a la ventana. Soy los mechones de colores que me adornan los cabellos que me rehúso a peinar. Soy la que no lleva maquillaje más que cuando se trata de algún ritual. Soy la que no usa tacones porque con ellos no sabe caminar.

Soy la que llora por todo, y por tod@s. Soy a la que le duele el corazón con las noticias diarias, con las películas, con las historias. Veo hojas caer y me pongo a llorar, veo el tiempo pasar y me pongo a llorar, veo la injusticia, la soledad, la falta de amor, y me pongo a llorar. Lleno cuartos y cuartos con lágrimas transparentes y deslumbrantes, hago castillos con ellas y me pongo a imaginar. Soy la que imagina que las cosas pueden ser distintas. Soy la que dejó de usar popotes, la que buscó al chico que dejó de usar popotes, y la que seguirá buscando a más y más personas que dejen de usar popotes también.

Soy 28 años de pequeñas historias. Algunas que recuerdo y muchas otras que no. Soy la que se cuenta las cosas para no olvidarlas. Soy la que escribe un blog para contarle a nadie en particular lo que, sin razón en particular, tengo ganas de contar.

Soy mi familia y mis retos. Soy mis viajes y mi cuerpo frágil y a veces débil que tiene ganas de caminar. Soy la que no camina mucho, a veces por miedo y a veces por fatiga. Soy la que le tiene miedo a la obscuridad, no por los fantasmas o los monstruos, sino por los extraterrestres que, según yo, en una de esas te pueden llevar.

Soy la que pinta cuando se siente triste. La que quiso aprender piano, guitarra, canto y armónica, pero que en ninguna de las cuatro se pudo concentrar. Soy la que estudió un poco de todo, la que dejó un poco de todo, la que se siente cansada de las cosas que se tienen que terminar.

Soy el horror a cocinar y al amor por las cosas dulces. Soy las manos que tienen ganas de crear. Soy la que da caricias y hace el amor con los besos. Soy la que quiso ser astrónoma y salvar ballenas y bailar en teatros y escribir.

Soy la que escribe pensando:

que llamarse Bárbara no está mal;

que el que me digan Babar tampoco está mal;

que el ser yo me gusta más ahora que cuando hace unos años me llamaba igual;

que la vida me ha hecho feliz, y que creo que yo también estoy haciendo feliz a mi vida;

que me lleno las páginas internas con ganas de amar y de dar;

que me gusta tener a alguien que también las quiera llenar;

que me siento completa y entera aunque aún haya mucho por completar;

Que soy joven, y soy mujer, y soy sangre de mes y luna, y soy las risas y las caricias, y los besos, y los miedos, y los ojos cerrados cuando abrazo, y las letras, y el país, y la historia, y mi casa, y mis papás y mi hermano y mi hermana, y mi pareja, y mis amigos, y los que me leen, y mi esencia que llena mi espacio, y mi libertad, y Hava, y mi cabeza, y mis cadenas, y mis caderas anchas y las piernas gruesas, y mis pies peludos, y mis cejas como bosques, y mis ojos como mares, y mi música, y mis manías, y mi espacio, y mi universo, y el todo.

En el todo de Bárbara, en ser la morsa, en seguir andando y seguir aprendiendo y seguir descubriendo.

Eso soy (ahorita).

“Alicia contestó un poco tímidamente: -yo…la verdad, señor, es que me resulta difícil saberlo. Al menos cuando me levanté esta mañana creía saber quién era, pero me temo que me he transformado unas cuantas veces desde entonces-“.