miércoles, 26 de julio de 2017

A un año

Me ha tomado un año saber en qué día te moriste.

Desde días antes, semanas antes, deje de fijarme. Los días pasaban entre tu hora de despertar y de dormir.

No supe en qué día te moriste. Tampoco supe la hora. Parecía una noche más larga de lo que fue. Recuerdo que mi hermano vio su reloj. Justo cuando te fuiste. ¿Se acordará de que hora era? ¿O se le habrá ido de la memoria como a mí los días?

No pasa un día en que no te extrañe, mamá. Te encuentro cada vez más en los espacios que dejaste. En sonidos que hago sin darme cuenta hasta que me recuerdan que te extraño. En la falta que me hacen tus abrazos. Siempre fuiste tú la que mejor supo escucharme. Aún cuando no lo hacías. Aún cuando no entendías nada. Qué fortuna contar con tu corazón abierto y con tus brazos.

Todo ha estado en pausa desde que te fuiste, mamá. Poco a poco siento que a veces las cosas arrancan. Que despierto y que despierta el mundo conmigo y que andamos hacia ninguna parte, pero andamos, mamá.

No puedo esperar a mudarme y empezar lejos de este tiempo pausado de paréntesis en el que estoy desde que te fuiste. Tengo ganas de barrerle el polvo a la casa nueva y con ello sacudirme el mío. Tengo ganas de sembrar. Quiero organizar los libros y sacarlos de las cajas y dejarme consolar por sus millones de páginas mientras les acaricio el lomo recordándote, mamá.

Qué prisa tengo de sentir que la película sigue.

No es que quiera dejarte atrás.

Es que siento que es adelante donde me esperas. ¿Qué cosas me llevaré para contarte cuando nos encontremos? ¿Qué risas e historias habré de contarte, mamá?

Nunca supe qué día te moriste hasta que alguien hizo la descortesía de recordármelo hoy. Es que el tuyo fue uno de esos días fuera del tiempo. Suspendido en el aire pesado de la habitación.

Amaneció el mundo al día siguiente distinto, mamá. Desde entonces no somos los mismos. Tu cambio de cuerpo a cenizas nos dejó un poco desarmados. Supongo que nos hemos pasado todo el año tratando de poner las cosas en su lugar.

No es que hayas dejado un espacio vacío, mamá. Es que ahora yo ocupo un espacio más grande y no he sabido si llenármelo de flores, o de libros, o de silencios. A lo mejor tendría que haberlo llenado con risas y ganas de vida y de expansión.

Parece a veces una enorme traición, esa. Como si te dejara atrás. Como si tuviera que seguir pensando que fue horrible y soñando que fue horrible y sintiendo lo horrible de las cosas que fueron...

Tú seguro de vez en cuando te das tus vueltas por acá y te aburres del halo ensombrecido que tiene todo. Seguro te darán más ganas de venir una vez que disipe la niebla. Cuando huela a mojada la tierra. Cuando esté por salir el sol.

A un año de tu ausencia, aquí sigues mamá. Aquí seguimos todos.

Te amo.


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