Hasta el día en que se fue no cerró los ojos… supongo que
llevó su nombre hasta en la última mirada.
Le armamos su altar aquí en la casa. Sueño con que venga a
visitarme en sueños. Le puse un camino de flores hasta la puerta y en las
ventanas, para que el olor la guíe hasta la casa. No conoce esta casa todavía.
Espero que nos venga a visitar...
Historia del día de muertos en San Cristóbal
Nos subimos a la combi para ir a “la feria” porque según
decían ahí se podían comprar las cosas para la ofrenda. “Oiga, quiero ir al
mercado donde están las flores, ¿usted pasa por ahí?” pregunté. Contestó una
señora envuelta en su chal y con bastón “yo ahí me bajo, si quieres”.
De ahí en todo el camino esto fue lo que me contó:
Se llama Diega.
Diega tuvo 8 hijos y es viuda. Me contó que había trabajado
toda su vida como mula (así me dijo, como mula, tapándose un poquito la boca
para que sólo yo la escuchara).
Como mula, pues, trabajó Diega para sacar a sus 8 hijos
adelante. Uno es contador y otro profesor. Los otros estudiaron hasta la prepa
o la secundaria. Como haya sido cada uno tiene un trabajito para irse armando
la vida.
El marido de Diega le dijo que si se moría no se buscara a
otro señor y que mejor se pusiera a sacar a sus hijos adelante. Ella le
contestó que si ella se moría primero no se volviera borracho, que sacara a los
hijos y a la otra esposa que tuviera si quisiera, pero nada de andar tirado por
las esquinas tomando.
Al final él se murió primero. Así que hoy iba Diega en el
camión para comprar sus flores para el panteón. “Hay que visitar a los
muertitos” dice. A veces tiene una muchas cosas que hacer y por eso no da
tiempo, pero el día de muertos es nuestra obligación, dice, llevarles sus
flores y su comida y pasar un rato con ellos.
Diega tuvo una hija una vez. La bautizó pequeñita porque
estaba enferma. El día del bautizo la iglesia estaba hermosa y llena de flores,
había música. La bebé, de menos de 40 días, la tomó del cuello y le dijo “mamá”
cuando el Padre le echó el agua por encima.
A los 40 días su hijita se murió. Lloraba día y noche me
contó Diega. Eso fue hasta que una noche escuchó como que tocaban la puerta. Se
despertó y vio al espíritu de su niña al pie de la cama. Cuando le preguntó que
dónde estaba la niña señaló al cielo y dijo “con Dios”. Diega se sorprendió
mucho, porque la niña era muy chiquita para poder hablar. Dice que Dios deja
que los espíritus de los niños, como son pequeñitos, vayan y vengan por ahí.
Los de los grandes sólo tienen el día de muertos…
Así pues Diega compraría flores, muchas flores, para llevar
al panteón a la tumba de su papá, su mamá, su suegro, su suegra y su marido…
Eso fue lo que me contó hoy en el camión.
Mientras tanto yo estaré esperando a que Hava nos visite en
sueños este 1 o 2 de noviembre. A mí que no me digan que los perritos no tienen
alma. Hava la tenía y seguro anda por ahí chupando mantequilla cuando nadie la
ve, sacando tierra de las maceteras, persiguiendo gatos que nunca alcanzará y
durmiendo cuando quiere a los pies de mi cama.
Te extrañamos Hava hermosa. Buen camino y que el olor del cempasúchil
te guíe hasta nosotros esta semana.
Con amor,
tu humana.
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