domingo, 14 de junio de 2015

Come join my secret society


 I should start by revealing I am part of a secret society. I am one of the lucky few who know, who really and deeply understand, why Bastian Baltasar Bux stole that book. I can feel, as I dive deep line after line, how he must have felt. The irresistible attraction of the cover. That old smell that’s both sweet and seductive and enough to make you drunk. The unmistakable feeling of love at first touch as you glide your fingers carelessly and turn over the first page of a book that you think, no, that you know, will become a part of you, will become you, as you start reading.

We have no headquarters in our secret society, although libraries and coffee shops are common places in which our members coincide. We are easily recognized by a simple yet significant fact: we will carry around, under sunshine or rain, in long waiting hours and in brief empty minutes, a small or large, light or heavy, delicious, exciting, intriguing, loving book.

Just like Tereza recognized Tomas as part of this nameless, shapeless crowd, I too recognize others when walking down the street, or having a meal, or riding the bus. I particularly love to see them while browsing through the window or the shelves of an old bookstore, looking for treasure. I know what they feel when they touch a dusty cover who’s title is long gone. I know the excitement that comes when they turn to the first page hoping to find meaning, love, adventure. I also understand the deception that drowns them like a wave when they realize it is an old medicine text book, or a manual on taxes, or an indiscoverable mystery in a language they can’t read.

You see, I read because I need to make the world disappear. I read because when I find that one book, that one treasure that will engulf every free moment of my day, and that will then take over every other moment, and that will shape my dreams or nightmares at night, I come alive.

I read for that sense of drunkenness and lightness that overwhelms me when I need to put a book down for a moment because my eyes hurt, or my back hurts, or because it’s finished, and I look into the world with new eyes. Eyes that are not mine, but rather the eyes of a character, or of a different universe. Eyes that will look upon everything I have ever looked at before and make it brighter, more defined, as if I had, for one moment, made sense of the universes around me and could see the world for what it truly is. Magic. Transcendence. Fervor… life.

I read to live. I read to feel life sweeping into my eyes, through mi skin and nose, up my spine and into my ears as I hear the crackling noise of a turning page.  I read because it makes me come into being.

Whenever I’m at that stage of awe, whenever I’ve been disembodied by words that flow like wine through my head, I feel a longing. I long to look upon the face of another member of this secret society and say: “I’ve seen… I am.”

 I know that you too crave for that moment of pure rapture. And maybe, like me, you want to show the world why our secret society should not be secret anymore. You too might want to tell everyone how easy it is to join. To be carried away. Like the good Doctor said: “We’re all stories, in the end…”.  Let me tell you why books make mine a good one...

jueves, 5 de febrero de 2015

Y Usted Profa ¿Cuál es su lucha?

Ahora también soy Profa (en construcción).

Los primeros meses fueron casi una tortura... no sólo porque di clases en preparatoria. Tampoco fue sólo porque di clases en una preparatoria católica. Tampoco fue sólo porque nunca había dado clases, ni fue sólo que no tuviera tan bien aprendido lo que se supone tenía que enseñar. Creo que fue, sobre todo, porque tenía la necesidad de no ser trasparente. Pedazos de lo que soy y de lo que creo que se quedaron fuera del personaje en que a diario me tenía que disfrazar.

Seis meses más tarde, en otro lado, con otros chavos y chavas, me dispuse a compartirme más libremente. Sin tanta pretensión de saberlo todo. Sin tanto nerviosismo de ponerse "arriba", de ejercer la disciplina, de señalar el camino. Ahorita tengo ganas de mostrarme, de compartir lo que he aprendido. De reconocer lo mucho que no he aprendido también.

Hoy decidí agenciarme la libertad de cátedra, a sabiendas de que en este espacio tengo un poco más de campo de acción, dedicamos la clase entera a hablar de Ayotzinapa.

Hablamos de Ayotzinapa y no sólo de Ayotzinapa. Hablamos del 68, de la guerra sucia, de la globalización, de la globalización contrahegemónica, de la modernidad, de qué hace falta, de dónde estamos, de posicionarse, de luchar...

Les pedí que contaran, en silencio, 43 personas que conozcan. Nos tardamos. De pronto no es tan fácil contar hasta 43. Les pedí que pensaran en la persona más importante en sus vidas (Reshi) que imaginaran la última vez que hablaron con ella (antes de entrar al salón) que pensaran en qué harían si llegaran a casa y no la encontraran (esperar...) que pensaran en qué harían al día siguiente si aún no llega a casa (...) que pensaran en si algún momento dejarían de buscar (....).

Lo pensé yo también para mis adentros. Casi me pongo a llorar. ¿Cómo sanar? Les pregunté, como sociedad, ese dolor y esa ausencia.

No tengo respuestas.

No quiero decirles qué es lo que tienen que pensar. Qué sentir. Pero quiero decirles que luchen. Que hace falta. Que busquen su lucha y se convenzan. Que no se paralicen por el miedo, por sentirse solos o solas, que hacen falta.

Pensé en Dardón y en su sombrero y su pancita y sus camisas y su andar, que era de las pocas cosas que dejaban mostrar, si acaso, su edad. Nunca te lo dije Profe, cómo me ganó por completo cuando el primer día de Maestría te presentaste con un "soy Dardón y #yosoy132". Me reí muchísimo. Este viejito sombrerudo todo 132... Me enteré de tu vida más por otros que por ti. Me conflictué siempre entre hablarte de tu, como un amigo, o de usted, como Doctor (de la vida y la academia). Cómo no respetar que marcharas con nosotros y nosotras el 2 de octubre, que intentaras siempre compartir con tus estudiantes que hay que luchar, con causa, y con conciencia y profundidad. Pensé hoy en tu sombrero, y le conté de ti a un grupo de chicas y chicos que nunca te conocerán.

Busquen su lucha, les dije. Si deciden no hacer nada, decídanlo entonces, pero no dejen que lo decidan por ustedes. Comprométanse y aprendan, y lean, y piensen en cómo le hacemos para crear otras cosas....

"Y Usted Profa, ¿Cuál es su lucha?"

No lo sé. Supongo que tengo muchas. Buscar otros mundos posibles. Crearlos un poquito si se puede. Compartirlos. Reconocerlos. Verlos crecer....

Nunca supe qué decir cuando andabas cerca, Dardón. Nunca te pregunté del 68, o del EZ, o de tu vida. Me bastaba, supongo, con conocer un poco de la historia de oídas. Creo que el resto, de alguna forma, te escurría del sombrero como lluvia, como olas. Bastaba verte marchar.

La última vez que te vi, te leí un pedacito de un poema.


Me sirve tu sendero, compañero. Todavía, aunque ya no estés, y porque ya no estás, quisiera crear senderos para mí y para los demás. Quisiera que los creemos juntos. Que los creamos. Juntos.

Tuve una buena clase hoy.

A caminar....

Me sirve y no me sirve

La esperanza tan dulce
tan pulida
tan triste
la promesa tan leve
no me sirve

No me sirve tan mansa la esperanza
La rabia tan sumisa tan débil tan humilde
el furor tan prudente
no me sirve

No me sirve tan sabia tanta rabia
El grito tan exacto si el tiempo lo permite
alarido tan pulcro
no me sirve

No me sirve tan bueno tanto trueno
El coraje tan dócil
la bravura tan chirle
la intrepidez tan lenta
no me sirve

No me sirve tan fría la osadía
Sí me sirve la vida que es vida hasta morirse
el corazón alerta
si me sirve

Me sirve cuando avanza la confianza
me sirve tu mirada que es generosa y firme
y tu silencio franco
sí me sirve

Me sirve la medida de tu vida
Me sirve tu futuro que es un presente libre
y tu lucha de siempre
sí me sirve

Me sirve tu batalla sin medalla
Me sirve la modestia de tu orgullo posible
y tu mano segura
sí me sirve

Me sirve tu sendero compañero

-Mario Benedetti




El Prof. Dardón