Mírenla... es rosa y tiene florecitas en el asiento. Rodada 24. Un nuevo miembro de la familia. Así es... es una hermosa bici recién estrenada. No sólo eso, sino que además puedo ponerme de pie perfectamente con tan sólo bajar los pies de los pedales. Puedo detenerme tranquilamente ladeándome un poquito y bajando un pie.
Tiene frenos en el volante. Eso también es nuevo para mí.
La verdad es que hace unos 15 años que no me subía una bici que me quedara de veras.... se siente espectacular.
Al principio me dio miedito. Ayyy peeerrrooo pensé mientras me desplazaba por la calle camino al Centrito de Tlalpan. El voltante se me iba, de izquierda a derecha, y yo apenas si podía subir los pies a los pedales.
Tomó sólo unos minutos y luego... me regresó la sensación de tardes enteras de preguntar "mamá, ¿puedo ir a la fuente a jugar?". Me acordé de Amarilis Franco Ruz, mi amiga de la primaria que vivía a una cuadra de mi casa y con la que me salía todos los días a andar en bici. Hasta que la bici no me quedó y crecimos las dos y se acabaron las tardes de juegos en la fuente.
Me acordé de mi bici. Una "Cobra" azul que había sido de mi hermano. Tenía el asiento en L y frenaba dándole a los pedales hacia atrás. Antes de esa tuve una café....una bici que yo juraba que volaba. Andar sobre ella los 10 metros que separan la reja de casa de mis papás a la puerta me parecía una eternidad. Jugaba a que repartía el correo y aventaba las cartas a las entradas de los vecinos. Una, y otra, y otra vez.
Cuando las dos bicis dejaron de quedarme intenté usar la de mi hermana. Una que le regalaron en algún cumpleaños. Era blanca, y enorme. Nunca me pude subir. Creo que ni ella se podía subir. Y así se quedó...la bici blanca oxidándose al sol.
Me acorde de cuando a Amarilis los reyes le trajeron una bici nueva. Salimos a jugar. Regresamos a su casa y la dejamos en el patio, un segundo, dentro de la reja del jardín. Salimos y ya no estaba. Se la había robado un muchacho, según pudimos averiguar, que huyó a toda velocidad con el mejor regalo de nunca... fue tristísimo.
Así pues salí a jugar, como jugaba a los 8 o a los 10. Me dí unas vueltas y presumí mi flamante bici rosa, con flores. Me senté a comer en la plaza y la admiré. Qué linda...pensé.
Caía la tarde y volví a montar. Dí vueltas. Una, y otra, y otra vez, alrededor de la plaza central. Probé los frenos, sentí el asiento, anduve cuesta arriba y cuesta abajo jugando con las velocidades (una innovación más).
Al final, cuando estaba a punto de hacerse de noche, monté de nuevo en la bici y me encaminé a casa. Como cuando niña. Como cuando la caída del sol era el momento de volver a casa. No había horarios, ni celulares. Mamá confiaba en que yo iba a la fuente y que seguiría ahí. Sabía que volvería cuando bajara el sol. De noche rara vez nos quedábamos fuera. No importaba. El tiempo era distinto. Pasaba a otra velocidad. Una sola tarde alcanzaba para resolver misterios, enterrar tesoros, jugar a hacer pasteles de lodo, subir a los árboles, jugar con chiquita la perra de la cuadra, soñar y crecer. Una sola tarde.
En esta sola tarde. En un par de horas que monté en la bici y dí vueltas por la plaza, me acordé de lo divertido que era sólo salir a montar. Me sentí como niña. Me divertí.
El reto....
¿Será que algún día esta bici me llevará hasta la oficina? Calculo que serán unos 10k. No es mucho. De hecho no es nada. Pero en el medio, como cocodrilos de alfombra, quedan los coches.... veremos.
La diferencia
Ahí no más pa que vean por qué nunca me pude subir a la otra bici, una foto comparativa del tamaño de las dos....jajaja...
(por cierto, se vende bici roja, con velocidades....pregunte usted aquí).
PD:- este post está dedicado a Amarilis....que la vida nos haya llevado por quién sabe dónde no importa...será siempre la amiga con la que aprendí a montar árboles, a hacer pasteles de lodo y a andar en bici por una ciudad que todavía era amigable para niños y niñas de todas las edades. Por aquellos días en que era seguro salir a jugar a la fuente, saludos a la vieja amiga doquiera que esté.